A las ciudades se las reconoce por sus espacios públicos. "Dime que ciudad eres y te diré que sociedad tienes" decía una reconocida antropóloga argentina. El espacio público es el escenario de la vida urbana y la calidad de su diseño y mantenimiento habla de la calidad de vida que ofrece una ciudad.
En Bahía Blanca, los espacios públicos cuidados y reconocidos como identitarios por todos, están solo en el norte de la Ciudad. Pareciera que el sur de la ciudad fuera la no-ciudad.
Ciertamente la extensa territorialidad de Bahía Blanca, su condición de ciudad difusa, con altos niveles de dispersión urbana de baja densidad en sus periferias, sumado a la inexistencia de un sistema de movilidad urbana , exceden un presupuesto municipal basado en la recuperación de rentas de enfoque discutible. Los fondos orientados a la obra pública no ha superado en varias décadas el 15% ,tomando los mejores años. La deuda con el espacio público pareciera a veces inabordable. Una ciudad que se desagrega a sus bordes, con el agravante de segregación social de baja calidad de vida hacia el sur, denota la falta de inversión pública.
Los resabios dejados por la traza ferroviaria ociosa han sido siempre un estigma de abandono, desidia y frustración. Los vecinos han tomado lugar protagónico en la apropiación de estos espacios públicos sin gestión pública; sin embargo, la demanda de escala de obras y de mantenimiento deja en evidencia la necesidad urgente de pensar desde la política pública como instrumento, formas de gestión que comiencen a ser eficientes en el manejo de un territorio vasto y complejo.
Uno de dichos lugares es el vacío urbano que recorre las vías del ferrocarril comprendido entre la calle Brandsen y Juan Molina, donde otrora existiera un gran centro de funcionamiento ferroviario, con almacenes de descarga, talleres y demás instalaciones. Lindero al macrocentro de la ciudad, este predio configura una de las mejores oportunidades territoriales hacia el sur, siendo objeto de varias ideas que en forma histórica se han sucedido desde distintos actores, privados, públicos, académicos, empresariales, organizaciones intermedias de la sociedad y vecinos.
El transcurrir de los años ha mostrado la ineficacia en la gestión de un objetivo común para el mismo por parte del Estado, siendo despiezado y usufructuado por diversos intereses sectoriales que han minimizado su potencial como pieza urbana calificada a escala de articulador del sur de la ciudad. Quizás sea tiempo de cambiar la forma de preguntarnos algunos de nuestros problemas urbanos más importantes si queremos construir respuestas diferentes y eficaces.
La ocasión próxima de diez años para el Bicentenario de la Ciudad, debiera reunirnos con el objetivo de iniciar este camino. La mirada sobre la ciudad del tercer milenio implica el abordaje multidimensional para cualquiera de los aspectos de la misma. Esta visión compleja requiere a su vez del reconocimiento y compromiso de todos los actores sociales que involucra el territorio.
El Estado y sobre todo es su faz gubernamental ya no es suficiente como garantía de eficiencia en el desarrollo urbano y el acceso al Derecho a la Ciudad para todos. La necesidad de reinventar nuevas formas de acuerdos entre lo público, lo académico, lo privado empresarial y lo sociocultural entendido como tejido social complejo es prioritario. La gestión de las ciudades en este momento de globalización imperante, constituye el foco de debate sobre el desarrollo y los gobiernos locales.
Animarse a implementar nuevas formas de gobernanza que generen acuerdos de mediano y largo plazo, debiera alentar las agendas políticas vigentes; en este marco se propone la conformación de una figura jurídica de interfase del Estado, entre el gobierno y todos los actores que hacen a la construcción y gestión de la Ciudad:
El FORO PARQUE NOROESTE es pensado como un disparador para la conformación de un primer espacio de encuentro, que vaya mutando de un estado asambleario a la constitución de una figura jurídica con autarquía, que asuma roles de coordinación con los poderes de gobierno y establezca la interfase organizada con la sociedad en general.
El camino a recorrer por establecer nuevas formas de ejercicio ciudadano debiera encontrarnos en la formulación de un nuevo contrato socio-urbano para la Ciudad de Bahía Blanca . Esta propuesta se inserta en la fase de ensayo del mismo y con una prueba piloto en uno de los territorios más estratégicos de la ciudad.
Las construcciones colectivas requieren de voluntad política para ceder lo que se entendió siempre como el poder del ejecutivo o el deliberativo , pero necesita también de compromiso ciudadano, que sea capaz de organizar la demanda de derecho a la ciudad en forma participativa, sosteniendo el bien común como único vehículo a una sociedad mejor de la que todos se sientan parte. Esto es lo que hoy se reconoce en el mundo con el título de ciudades sostenibles e implica garantizar el derecho a un ambiente sano y de calidad de vida para todos los habitantes de la ciudad y para las generaciones futuras.Sería deseable que los bahienses podamos poner un horizonte alto pensando en el Bicentenario, allí es dónde miramos para encontrarnos.