Bahía Blanca , a propósito de la Ciudad
El derrumbe de Villa Urquiza en Buenos Aires(fig.1), acaecido los primeros días de Agosto de 2010, deja al descubierto, en paralelo realista con la demolición, varios puntos débiles del “hacer ciudad” en nuestros tiempos. Mas allá de la necesaria actualización y mejora de la industria de la construcción en sus procesos, que están muy lejos de ser aceptables ,pensar en resolver problemas generando mas y mejores aparatos de control de obras , sería otra vez superficial y descomprometido con la implicancia compleja que supone la Construcción de la Ciudad.
Los actuales y vigentes Códigos de Planeamiento que supuestamente controlan y promueven el ordenamiento del crecimiento urbano han demostrado a lo largo del país su ineficacia al momento de compatibilizar calidad de vida con desarrollo del mercado inmobiliario. Más allá de algunos episodios “exitosos” de renovaciones urbanas en algunas ciudades del país (fig.2), el resto de las administraciones municipales , que plantearon algún tipo de gestión urbana, acompañaron desarrollos impulsados solo por la justa “lógica de renta” del sector privado. Si bien intentaron acuerdos participativos en la definición de estrategias estos no llegaron a desarrollarse por falta de mecanismos de financiamiento, pero sobre todo por la falta de innovación de las instrumentos técnico-jurídicos y metodológicos de aplicación concreta en la gestión de la ciudad.
En las décadas 80 y 90 el Estado ha sido un espectador ausente , abandonando la Planificación urbana como Visión integradora , y su necesaria reactualización como herramienta de distribución de las inversiones y sobre todo de la renta de la ciudad (fig.3). Las infraestructuras y los equipamientos sociales comunitarios: redes de servicios, hospitales, escuelas, etc. requieren ineludiblemente presencia estatal. Así también, como evidencian las resultantes segregaciones urbanas y falta de cohesión social, es imprescindible la coordinación y participación directa del Estado en el mercado de suelo. El modelo de Estado de la década neoliberal dejó de ser garantía de Calidad de Vida para todos, incrementando con su no accionar las desigualdades de crecimiento y de exclusión socio- territorial que viven nuestras actuales ciudades, Lo cierto es que más allá de la reactivación y la inédita inversión de la Obra Pública en redes y en equipamientos que vivimos desde que el País superó la hecatombe del 2001, todavía estamos en discusión sobre el rol y el financiamiento del Modelo de Estado a construir.
Las responsabilidades sobre las decisiones públicas tienen al Estado como actor directo, sin embargo en esta compleja trama de construir conocimiento nuevo para actualizar obsoletos instrumentos de gestión urbana, no es el Estado el único responsable. El agravante de las repercusiones y consecuencias que esta indefinición del rol que le cabe al Estado conlleva, no deja libre de responsabilidad a ningún actor político de la comunidad , desde los Poderes ejecutivos de todas las escalas, sus respectivos deliberativos y las distintas organizaciones sociales , empresariales y académicas con compromiso colectivo. Ciertamente tenemos como sociedad la mala costumbre de que cuando “algo” lo deben hacer “todos”,no lo hace ”nadie”.
Es cierto plantear que los avatares políticos de nuestro país no han sido un ámbito propicio para el desarrollo del pensamiento crítico que conlleve a generar los consensos necesarios para producir estrategias intrínsicamente sistémicas como lo son las políticas urbanas. Pero también es sincero comenzar a hacerse cargo que llevamos más de 30 años de democracia, de libre funcionamiento de nuestras instituciones académicas y organizaciones gubernamentales y no gubernamentales , Universidades y Fundaciones, tanto organizaciones vecinalistas como Colegios de profesionales, que no han operado ni cooperado articuladamente con el Estado en procura de hacernos de los instrumentos que una gestión pública eficiente necesita. Salvo las siempre aisladas excepciones, nuestras usinas de pensamiento técnico-políticas y académicas han estado ausentes, abandonando a la Planificación Urbana como el instrumento catalizador natural del diseño de Políticas de Estado: esas “construcciones colectivas” que a partir de la redefinición de nuevos contratos sociales urbanos , garanticen la Calidad de Vida que la categoría de ciudadano del tercer milenio demanda.
Quizás arrastrados por el pensamiento neoliberal de la época, quizás como diría Bauman en la Modernidad Líquida, por estar tan sumidos en el ombligo intelectual liberal saturado de conformismo individualista, hemos dejado de percibir la Ciudad como continente social, que no soporta “soluciones biográficas a problemas sistémicos”.
Desde un solo sector, como lo es el motor de la inversión privada , el desarrollo de las ciudades sobre la trama de la legislación vigente ha resultado ineficiente al momento de medir impactos en el deterioro de la Calidad de Vida Urbana. No solo evidenciado por la locura demoledora basada más en especulación inmobiliaria que en lógica renovación urbana , que ha arrasado con calidad de vida urbana en cuanto sector de escala barrial residencial de alta demanda existiera, sino que a su paso ha dejado en evidencia la falta de recursos de protección patrimonial y más preocupante aún la falta de previsión de infraestructuras de soporte ambiental. Todos estos procedimientos avalados y legitimizados por la ley vigente: los códigos de planeamiento y edificación, distan mucho de bajar a la realidad del quehacer cotidiano conceptos tales como La Ciudad Inclusiva…..
Ciertamente , en varios lugares, como en nuestra ciudad, demanda explícita del Plan Estratégico mediante y ante reclamos de sectores vecinales, se inician procesos de re-formulación. Lo preocupante es que como bien lo implica el término, re-formular no necesariamente conlleva volver a pensar desde otro lugar y en función de los errores cometidos, no caer en el peligro de “cambiar algo para que todo siga igual”
Planteando desde el pensamiento complejo, que el todo es más que las partes pero la parte está en el todo, un instrumento normativo debiera de reverse no solo en su parte en tanto norma, sino desde la necesaria discusión general de su necesidad de existencia como tal. Literalmente hablando, no es pertinente la medicación específica a una enfermedad que no sabemos si es tal, o peor aún si no está enfermo de esa dolencia. Ejemplificando , solo nos preocupa “ajustar” ciertos indicadores de constructibilidad por parcelas (F.O.T)en ciertas “zonas” de la ciudad , modificar alturas máximas, sin plantear relaciones con alturas mínimas, planteando soluciones generales basados en aspectos fragmentarios como la densidad poblacional. El resultado de esta instrumentación desarticulada es verificable en cualquier ciudad intermedia y es responsable del deterioro creciente de la calidad del paisaje urbano.(Fig.4)
Los instrumentos basados en indicadores urbanísticos parcelarios aplicados en forma generalizada sobre vastos territorios indiferenciados , han actuado como una supuesta medicina preventiva, que ha ocultado los síntomas genuinos de las emergencias urbanas actuales. Por ello , la discusión antes de cambiar “instrumentos” debiera de profundizarse en el “para qué” o “para quien” de la ciudad que queremos, qué Calidad de Vida estamos buscando , cómo la vamos a hacer viable económica y ambientalmente , para luego identificar cuáles son las “enfermedades urbanas ¨ a las que queremos dar respuestas .Seguir mirando desde los instrumentos actuales solo porque nos cuesta abandonar los caminos conocidos, no pareciera ser la actitud de compromiso de una sociedad que se enfrenta a sus problemas, organizando de forma madura y sustentable sus demandas hacia aquellos, que por su preparación y/o rol dirigencial , son los responsables de aportar nuevos conocimientos.
Es importante definir entonces , a fin de establecer el “cómo y el cuándo” construir estos conocimientos, nuestra disposición institucional a ocuparnos de estas problemáticas antes de ser sorprendidos por la emergencia, que solo permite la urgencia de la ciudad presente. Los procesos emergentes urbanos no se corresponden con los tiempos acotados de la gestión política según el cronograma electoral. La ciudad necesita espacios de generación de ideas, de gestión del mediano y del largo plazo que permita coordinar las acciones políticas de corto plazo de la administración ejecutiva de turno , en sincronía con los ritmos propios de los procesos urbanos. Esta demanda organizada es la mayor responsabilidad de todos .
“La ciudad es pasado apropiado por el presente y es la utopía como proyecto actual. Y es el espacio hecho tiempo. Así como no hay comunidad sin memoria tampoco hay ciudad sin proyecto de futuro. Sin memoria y sin futuro la ciudad es decadencia.”J.Bordja “la Ciudad Conquistada”.
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