La situación de crisis por la que pasa el sistema de transporte Público de la Ciudad de Bahía Blanca, pone en evidencia las deficiencias del sistema y la falta de propuestas desde el Municipio y esto repercute sensiblemente en los sectores más vulnerables de la población que deben pagar altos costos a la ineficacia estatal. ¿No será hora de plantearnos que solo aumentar el boleto del colectivo no aborda el problema en su base estructural? ¿No somos capaces los bahienses de repensar la ciudad para todos? Primeramente
 para abordar la cuestión del transporte urbano, debemos encuadrarla en 
un concepto más abarcativo que implica al transporte público como parte 
de un sistema mayor: la MOVILIDAD Urbana.
Desde
 varios enfoques locales, como Rosario o planteos de mayor complejidad 
como el Transmilenio en Bogotá (foto) o el sistema de buses en Curitiba, los sistemas de transporte urbanos de 
pasajeros fueron mutando hacia enfoques que plantean un cambio de 
paradigma que integra conocimientos técnicos con objetivos sociales y 
medioambientales. Bajo conceptos como inclusión social, sostenibilidad e
 integración territorial, el diseño “técnico” del planteo del transporte
 implica una responsabilidad que abarca no solo la cuestión de los meros
 recorridos, sino el instrumento completo que impacta en el tejido 
social y redefine los territorios. 

 La
 movilidad urbana pensada desde el diseño de las Políticas Públicas, 
pone en juego la carga ideológica  implícita y el rol que asume el 
Estado y el sector privado en consecuencia.
La
 movilidad urbana pensada desde el diseño de las Políticas Públicas, 
pone en juego la carga ideológica  implícita y el rol que asume el 
Estado y el sector privado en consecuencia.
Los
 países europeos, a partir del estado Benefactor como paradigma social 
de la estructuración urbana con el posicionamiento en la redistribución 
equitativa de las cargas y beneficios de la ciudad, convirtieron a sus 
sistemas de transporte en una verdadera herramienta de equilibrio del 
crecimiento equitativo y territorial, generando y avanzando en diseños 
complementarios e integrales de la movilidad urbana. EL sistema francés,
 cuyo máximo exponente se disfruta en París, representa inclusive en la 
actualidad, el mejor ejemplo de igualdad de oportunidades para todos los
 ciudadanos, donde “moverse” para trabajar, estudiar o disfrutar del 
ocio urbano está disponible y accesible al conocimiento de sus 
habitantes y de cualquier visitante, sin necesidad incluso de manejar el
 idioma local, como lo muestra su ticket intermodal. La red diseñada con
 todas las variantes de multimovilidad sea subterránea o por calle, 
tranvía, bus, buquebus, automóvil o bicicletas, urbana o interurbana, 
está integrada a una lógica equitativa en el territorio, que permite las
 combinaciones posibles para el viaje necesario. En ciudades como 
Berlín, permite incluso la llegada hasta el aeropuerto.
En
 nuestro continente, la avanzada comenzó en 1960 en la ciudad de 
Curitiba, donde siendo una ciudad de solo 400.000 hab. en ese momento, 
se pensó el transporte desde este paradigma de movilidad sostenible, 
siendo luego estudiado y adaptado a distintas ciudades en el mundo. 

“El
 Plan de Transporte, conocido como Plan General de Curitiba, fue 
aprobado en 1968, proponía un nuevo diseño de calle que minimizaba el 
tráfico: el sistema trinario de vías. La calzada se dividía 
transversalmente en tres zonas: dos calzadas exteriores, cada una para 
un sentido de circulación, para el tráfico general que flanqueaban a una
 calzada central, de doble sentido con dos carriles, reservada 
exclusivamente para la circulación de autobuses. Cinco de estas calles 
presentan una disposición radial que converge en el centro de la ciudad.
 Las zonas más alejadas de estos ejes están reservadas para zonas 
residenciales de baja densidad y así no aumentar la densidad del tráfico
 en las áreas alejadas de los ejes principales. Finalmente las zonas 
inundables fueron calificadas como no urbanizables y se convirtieron en 
parques.
En la década de 1980 la red de transporte fue creada, permitiendo unir cualquier punto de la ciudad pagando una única tarifa.”[1]
No
 es casual, a manera de anécdota, recordar que el arq. Lerner, que 
dirigió el equipo de la Universidad Federal de Paraná proponiendo una 
reducción del tráfico en el centro de la ciudad y un sistema de 
transporte público práctico y accesible,que luego se convertiría en el 
eje del plan General citado, fuera luego elegido Alcalde por tres 
períodos consecutivos, proyectándolo a la Gobernación del mismo Estado 
de Paraná cargo que ocupó en dos períodos 1995-1998, y 1999-2002.
“Lerner
 considera que toda ciudad es un agente de transformación y que la 
ciudad no es el problema, sino la solución, pues en ella están todas las
 respuestas a la solidaridad: vivienda, salud, atención a los niños, la 
movilidad. Del mismo modo, privilegia el empleo de varios medios de 
transporte (metro, bus, taxi, bicicleta) con la condición de que no 
compitan por el mismo espacio”[2]
El
 Sistema de Curitiba consta con una flota diversificada de autobuses que
 vinculan en formas diferentes el territorio integralmente al sistema: 
La flota de la Red Integrada de Transporte asciende a 2160 autobuses de 
varios tipos. A éstos hay que añadir otros 370 autobuses de la red no 
integrada pero que también prestan servicio en la Región Metropolitana 
de Curitiba. Los distintos tipos que cubren las diferentes necesidades 
de la red son:
1.    Autobuses
 biarticulados (tres secciones) de 25 ó 28 metros de longitud y 
capacidad para unos 270 pasajeros. Disponen de cinco puertas en el 
costado derecho adaptadas a la altura de los andenes de las estaciones 
tubo. Operan las líneas rápidas (Expresso Biarticulado).
 2.    Autobuses
 articulados (dos secciones). Disponen de una capacidad aproximada para 
160 pasajeros. Se encargan de prestar servicio en algunas líneas 
alimentadoras (Alimentador); Troncales o Convencionales Integradas 
Radiales (Troncais o Convencionais Integradas Radiais); y en las líneas 
2, 3, 4 y 5 de los servicios entre barrios (Interbairros).
2.    Autobuses
 articulados (dos secciones). Disponen de una capacidad aproximada para 
160 pasajeros. Se encargan de prestar servicio en algunas líneas 
alimentadoras (Alimentador); Troncales o Convencionales Integradas 
Radiales (Troncais o Convencionais Integradas Radiais); y en las líneas 
2, 3, 4 y 5 de los servicios entre barrios (Interbairros).
3.    Autobuses
 convencionales (Padron) con capacidad para 80 pasajeros. Presentan 
diferente diseño según la línea en la que prestan servicio. Los de las 
líneas alimentadoras y convencionales (tanto en convencionales no 
integradas como troncales) presentan tres puertas en el lado derecho. 
Los que operan en las líneas directas (Linha Direta) presentan también 
tres puertas en el lado derecho, dos adaptadas a la altura de la 
estaciones tubo por medio de rampas y una adicional a la altura de la 
calzada. También son empleados en las líneas 1 y 6 de los servicios 
entre barrios (Interbairros).
4.    Microbuses
 con capacidad para unas 40 personas. Prestan servicio en líneas 
convencionales no integradas y en la circulares del centro (Circular 
Centro). Estos últimos no presentan asientos.
5.    Vehículos especiales con acceso para personas de movilidad reducida empleados en las líneas interhospitalarias (Interhospitais)
6.    Jardineras o autobuses turísticos con grandes ventanillas panorámicas.
Desde
 esta visión el transporte público se convierte en instrumento de 
transformación urbana y permite el diseño de políticas públicas que 
pongan el eje en la Inclusión social como paradigma. Como aclara la 
Prof. Solange Paula Redondo[3] “La
 relación entre movilidad, transporte y pobreza no resulta una temática 
nueva especialmente para las grandes metrópolis latinoamericanas, donde 
se combinan características poblacionales muy dispares en lo referido a 
niveles socioeconómicos,  habitabilidad, provisión de servicios y 
satisfacción de necesidades básicas. La movilidad y la accesibilidad al 
transporte resultan de vital importancia ya que las menores 
posibilidades de movilidad de los sectores socioeconómicos menos 
favorecidos dejan marginada a  gran cantidad de población que ve 
limitadas sus posibilidades de inclusión plena a la vida en sociedad.”
 Tal
 es el caso del ejemplo del Metro en Medellín, que a partir de 
una sobretasa a los combustibles y una operación mixta público privada, 
el Estado ha podido generar con el sistema de transporte la 
transformación urbana que impacta en los tejidos más degradados, 
revitalizándo los suburbios y los habitantes más postergados.
Tal
 es el caso del ejemplo del Metro en Medellín, que a partir de 
una sobretasa a los combustibles y una operación mixta público privada, 
el Estado ha podido generar con el sistema de transporte la 
transformación urbana que impacta en los tejidos más degradados, 
revitalizándo los suburbios y los habitantes más postergados.
En
 la Argentina, las terribles décadas de políticas neoliberales pasadas, 
no han permitido superar la instancia costo-beneficio del mercado.
Los
 sistemas de transporte pertenecen a esta lógica, ponen su enfoque en la
 discusión de los recorridos serpenteantes de los colectivos y en la 
ecuación kilómetro pasajero, con la consecuencia directa por ejemplo en 
la Ciudad de Bahía Blanca, donde las 17 lineas concurren por la misma 
calle central, compitiendo por el mayor número de pasajeros, sin ninguna
 planificación integrada entre ellas.  En este marco, de antítesis del 
enfoque integral de movilidad urbana, no existe la alternativa de los 
sistemas multimodales, ni los combinados de tipo de buses del sistema 
Curitiba, como tampoco la incorporación de los otros modos, tren, 
tranvia, bicicleta y fundamentalmente el automóvil particular. 
En
 el Caso de Montpelier, Francia, comentado por el trabajo Final de la 
UTN 2012, el Sistema de transporte involucra además de los modos 
mencionados, el sistema de parquímetro del estacionamiento medido y pago
 de las áreas centrales, como regulador del tránsito vehicular y como 
sistema de autofinanciamiento sistémico.
El
 transporte en la Ciudad de Bahía Blanca, su estado de carencia, 
ineficiencia y demanda social en el que está inmerso en la actualidad, 
necesita comenzar a ser debatido desde el paradigma de Inclusión y a 
partir de allí repensar el sistema técnico más adecuado a la visión 
sistémica de recorridos  e intermodos como así también el cómo se 
financia.No basta construir bicisendas sin una mirada sistémica.
Como bahienses nos debemos abrir esta discusión a todos aquellos recursos 
humanos locales que involucrados o no con la política de Inclusión, 
puedan aportar conocimiento a uno de los temas pendientes más 
importantes de la ciudad como lo es el Sistema de MOVILIDAD URBANA. EL 
abanico de disciplinas quizás poco abordadas en el marco local, desde la
 ingeniería de tránsito, la planificación urbana o el Sistema de figuras
 de administración público-privadas, así como el carácter sociológico y 
antropológico que el tema amerita, puede involucrar a un número 
importante de bahienses en un espacio de intercambio de ideas y de 
discusión necesario en el marco democrático del pensar las políticas 
públicas.
El
 debate a iniciar es vasto, no solo desde el fundamento del carácter de 
Instrumento de Inclusión Social que implica y la responsabilidad como 
sociedad de comprenderlo, sino la apuesta a que estas conclusiones 
permitan levantar el nivel de discusión y se integren definitivamente a 
la agenda pública local como demanda de ciudadanía en el marco de la 
garantía del Derecho a la Ciudad para todos y todas.



 
 
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